Por Anaíz Quevedo. Publicado en el Diario 2001 el 20 de septiembre de 2015
¿Cuántos de nosotros entramos a una relación aterrados por no ser abandonados?
Tenemos miedo de que nos dejen, de que la mujer o el hombre a quien creemos amar apasionadamente se enamore de alguien más.
Sufrimos sin ni siquiera darnos la oportunidad de entregarnos por miedo a ser engañados(as) y desde allí una relación no tiene mucho chance, a menos que sus integrantes sean adictos a la lucha y al desgaste, lo cual deteriora la calidad de vida de las personas.
Hacer escenas de celos al otro porque aprendí que así le demuestro que la(o) amo, o porque no puedo con la ansiedad de que mire a los lados, suele llenar la relación de toxicidad, porque no se disfruta sino que se vigila al otro, seguros de que nos engañará en cualquier momento.Cuando no hay entrega por desconfianza, no se vive la experiencia de una vida en pareja. Estamos aprisionados en nuestras creencias de fatalidad.
Por ello cuando mi esposo Walter Torres y yo atendemos en consulta, lo primero que trabajamos en estos casos y si se abre el campo para ello, es la autoestima. Solo puedo confiar en el otro, cuando confío en mi mismo(a).
En realidad cuando se vive desconfianza, de quien estoy dudando es de mí. De no ser suficiente para el otro. Si no volvemos a nuestra esencia potenciando nuestras fortalezas es muy retador mirar a la pareja y disfrutar la relación.
Es posible que hayas vivido sintiéndote inferior todo este tiempo y no lo tengas consciente. Esperando que tu pareja o el sexo opuesto te reconozca, te dé tu lugar, algo que solo tú puedes hacer. No puedo pedirle al otro lo que no me he dado a mi mismo(a).
Los síntomas de que estamos viviendo bajo las sombras de la falta de autoconfianza son el desgaste, la lucha, la tristeza, rabia por los éxitos de mi pareja, rivalidad, angustia cuando socializa, cuando le habla alguien más. Me siento mal e inconforme con mi apariencia y requiero que mi pareja me diga lo guapo o bella que soy con mucha frecuencia, requiero estar seguro(a) que me ama y si no me lo dice, entro en angustia.
Con estas conductas hay que indagar sobre cuán seguros nos sentimos en nuestra infancia, revisar los traumas de desaprobación de los padres, traumas de nacimiento, de la escuela y muchos otros que pueden trabajarse para desatar nudos que no nos dejan avanzar y confiar.
Es importante el “darse cuenta” de que algo está ocurriendo y que no nos deja estar presentes, disponibles para nuestra pareja.
Hacernos responsables de que hay algo en mí que no me deja disfrutar de la presencia del otro es el segundo paso.
Pedir apoyo es un paso de valientes. Porque en medio del torbellino es posible que no me sea sencillo mirar con veracidad lo que ocurre.
Recuerda la única persona que puede hacer el cambio en tu propia vida, eres tú. Cada día tienes la oportunidad de hacerlo distinto y en positivo para ti y los demás.