Por Anaiz Quevedo

Tenía 5 años cuando mi padre se fue de casa. Iba con su camisa de rayas manga corta: era impecable para vestir, siempre tuvo esa elegancia y formalidad que caracteriza a algunos militares.

No recuerdo discusiones en casa, y eso lo agradezco. Solo recuerdo su ida, sus maletas y hoy por hoy pude haberle recriminado formando parte del grueso de venezolanos(as) que ha pasado por esto. Lamentablemente las estadísticas de «ausencia paterna» no son alentadoras en Latinoamérica.

Hoy con humildad reconozco que me faltó integrarlo a mi vida. Y si uno no integra al padre, impacta más de lo que uno imagina. Hace mucho daño esa frase de algunas mujeres » soy madre y padre» porque en la vida de un ser las dos energías son necesarias, no importa si solo recordemos al padre porque llevamos su apellido, es importante tener su energía presente, honrarlo por darnos la vida,  es muy sanador.

Pasé muchos años peleada inconscientemente con la energía del Padre, sin integrar su fuerza en mí, con los recuerdos en nebulosas, dando tumbos que luego queramos o no se reflejan en las relaciones con los otros.

Hasta que un buen día entendí que mi Padre solo aprendió del suyo y que hay comportamientos que van de generación en generación. Fue su proceso y aun temiéndole como él le temía a las relaciones, a la estabilidad, al matrimonio, tuvo el valor y me tuvo a mí por Amor. Escogí quedarme con esto. Honrarle por esta maravillosa decisión que me trajo aquí.

Estaba en un viaje de intercambio cuando inexplicablemente sentí una tristeza grande. Lloré sin explicación y recordé a mí padre. Esa noche me informaban que mi padre había fallecido. Y supe que él se había despedido, que las distancias no existen, que el Amor se queda en nosotros.

Integrar al Padre es un paso transformador. En lo personal a mí me está ayudando a comprender a los hombres de esta época, entiendo sus retos, comprendo sus miedos y los esfuerzos que hacen por entender a las mujeres de esta generación. En los últimos años hombres y mujeres hemos cambiado y estamos en el tránsito de encontrarnos los unos con los otros.

Pude escoger quedarme en la rabia, creerme el abandono, hundirme en la tristeza. Pero no. Escojo ser diferente. Ya mis padres, abuelos, bisabuelos y ancestros, pagaron un alto precio. Puedo escoger un destino distinto, atraer otras energías. Decidí honrar a mi Padre y recordarle con Amor porque él vive en mí.

Pero si tú que me lees eres Padre o vas a serlo, recuerda bien que tienes la milagrosa oportunidad de dejar tu huella, de modelar a un ser para hoy y el futuro de una sociedad que va a cambiar como dice un gran amigo mío, si cada quien asume su rol con verdadera entrega y compromiso. Los hijos de hoy son los constructores y grandes protagonistas de mañana, ¿qué estamos cosechando? Somos responsables de su formación, una maravillosa manera de aprender y Amar. Nunca es tarde.