Por Anaíz Quevedo Zambrano
Kathy vino a nuestra consulta hace 3 años. No lograba quedarse en pareja. Abandonaba antes de que la pudieran abandonar. Su terror a quedarse sola le impedía concentrarse en una relación. Para ella todos los hombres eran infieles. Janeth vino a terapia hace dos años. Buscaba desesperadamente a su papá en cada hombre con el que se relacionaba, éstos debían protegerla, sostenerla y consentirla, o más bien llenarle sus inseguridades. Se quejaba porque finalmente se cansaban de ella. Verónica por su parte los trataba mal, pensaba que los hombres no tienen sentimientos y por tanto no merecen su amor ni su confianza.
Éstos son solo alguno de los tantos casos que hemos manejado mi esposo Walter y yo en consulta como terapeutas. Y en todos los antes expuestos, el origen de dichas creencias proviene de no tomar al padre. ¿Qué significa tomar al padre?
Muchos hijos se meten en las historias y destinos de sus padres desde su amor ciego. Para una hija ver el sufrimiento de su madre por las infidelidades o tratos del padre hacia ella pueden tener varias consecuencias: O se disgusta con mamá porque ella es incapaz de darse su lugar, trata de salvarla quedándose a su lado para que no sufra más, repite la historia para sufrir lo que ella sufrió, o decide vengarse de todos los hombres en nombre de su madre. El resultado, una relación de pareja arrastrando estos dolores tiene poco o cero chance.
Tomar al padre tiene que ver con aceptar que venimos de su sangre, de sus genes, de su historia y que por el simple hecho de darnos la vida, estamos agradecidos con él. Sin la intervención del padre no estaríamos los hijos aquí tan sencillo como eso. Pero la arrogancia nos hace querer cuestionar quien es y cómo ha vivido su vida el ser que nos dio la vida.
Dice el maestro Bert Hellinger que ante los hijos la puerta o el acceso al padre lo da la madre. Si una mujer desde su herida no diferencia su relación con el hombre de la de sus hijos con el padre, las posibilidades de que éstos tiendan a salvarla y a alejarse de su progenitor son mayores.
Hay madres que se dan por satisfechas si perpetúan el odio hacia el hombre en sus descendientes. Respiran aires de triunfo si sus hijos destierran al padre de sus vidas como si de esa manera pudieran resarcir el daño que sienten haber recibido como mujeres.
La pregunta clave aquí es ¿Quién pierde más? ¿El padre por los puentes rotos entre él y sus hijos o los hijos alimentándose de un odio que no les corresponde?
Una mujer aunque tiene las dos energías dentro de sí, masculinas y femeninas heredada de sus propios padres, no podrá jamás hacer los dos roles por más que lo intente. “Ser padre y madre” como dicen muchas mujeres que decidieron criar solas, no es posible. El padre deja su herencia inevitable y aunque muchas mujeres tratan de eliminar la figura paterna de la vida de sus hijos, es más el daño que les hace que un bien.
Hay relaciones entre padre y madre que no se desarrollan por fuerzas más grandes, pero siempre hay la posibilidad para la madre de usar la buena voluntad de recordarle al hijo que vino a este mundo por Amor. Hacerlo hace que el hijo se sienta en Paz con su historia.
A ese padre, primero la mujer lo escoge como pareja y es allí donde radica para ella su primera y gran responsabilidad aunque al señalar al padre de sus hijos no desee admitirlo. Pero para aceptar que esto es así, hay que crecer como persona y mirar con dignidad todas las heridas que una mujer puede albergar todavía en su propia niña interna.
Hay mujeres heridas de antemano con el hombre y tratarán de que esto se repita con los hijos.
Separar las historias es esencial para que los hijos puedan mirar la fuerza de su padre.
Inconscientemente muchos hijos desean en su corazón acercarse a él pero sin el permiso y la anuencia de la madre no podrán hacerlo.
Si estas palabras resuenan en ti, recuerda que tu historia con el padre de tus hijos es tuya, y que tus hijos tienen el derecho de vivir la suya con quien también les dio la vida. Poner a un lado tus rencores desde tu adulta sabia puede hacer la diferencia.