Por Anaíz Quevedo. Publicado en el Diario 2001 el 27 de septiembre de 2015
Decidiste volver a la relación después de vivir lo que tú llamas y sientes como una herida o traición.

Sufriste, lloraste pero te diste cuenta de que no sabes estar sin él o son ella. Sin embargo los problemas vuelven. Estás sensible, con desconfianza, contestas mal, no hay convivencia en armonía y lo que antes pudiera haber sido un hogar, se ha convertido en un campo de batalla.

borron y cuenta nueva

Hay varios aspectos de esta experiencia que debes revisar con detenimiento:

 

1.- Tu herida no es un juego. La sufriste, la viviste e independientemente de las razones de ese dolor o por qué te implicaste en esa vivencia, te duele y debes mirar eso para poder aprender y sanar. Mientras te duela, cualquier roce, cualquier cosa podría activártela y desde allí no estarías disponible para amar a alguien más.

2.- Perdonarte. El acto más retador en un evento como éste, es el perdón a uno mismo. Se experimentan emociones encontradas, dolor, angustia por la separación, temor por la soledad y la que no vemos con frecuencia es la rabia que nos da sentir que hacemos el papel de tontos mientras entregábamos todo el Amor. Estamos enojados con esa parte inocente e ingenua nuestra y no nos permitimos reconocer nuestra vulnerabilidad. Nos da rabia seguir enganchados con esa persona que nos engañó. Y para perdonar a alguien tenemos que perdonarnos a nosotros mismos.

3.- Hacernos Responsables. Somos inocentes de eso no hay duda. Inocentes de estar dolidos, inocentes de estar molestos, inocentes por este torbellino. Sin embargo, eso no quiere decir que no seamos también responsables. Para bailar se necesitan dos. Cada uno se eligió para esta relación. Hay algo más allá detrás de esta elección. Si aún estamos implicados por algún dolor o rabia oculta con la pareja originaria (mi padre y mi madre), este acontecimiento tiene mucho que mostrarme. Quizás a quien aún no he terminado de perdonar es la ausencia del padre o la lucha de la madre o cualquier otro dolor que tuve que bloquear de la infancia.

4.- No porque esté dispuesto(a) a perdonar, debo amar más al otro que a mi mismo. Hay un grafitti interesante que leí en estos días, “No porque exista el perdón, el otro tiene el derecho de dañarnos la veces que quiera” yo le haría el viraje cuántico “ No porque exista el perdón debo dañarme todas las veces que quiera”. Tener la valentía de buscar apoyo para comenzar el viaje hacia mi mismo es ya una acción contundente. No se puede dar lo que no se tiene. Quizás estés amando más al otro que a ti mismo y la rabia que tienes es contigo. La autoestima donde tiene que estar es directamente proporcional a una relación en armonía. Si no me amo, el otro me lo muestra de alguna manera.

5.- Aprender a cerrar ciclos, soltar y liberar. ¿Has visto a los niños en una piñata? Aunque no vayan a jugar con todos los juguetitos ni se vayan a comer todos los caramelos, usan sus dos manos y la bolsita para agarrar lo más que puedan y muy pocos son capaces de soltar algo de lo que tienen. Lo quieren todo. Si estamos en la energía del niñito o la niñita que lo quiere todo sin mirar a los lados te será difícil soltar. Es posible que tu adulto sabio sepa que ya este ciclo se terminó, que tu alma ya aprendió lo que debía aprender, pero no quieres soltar los caramelos.

En la vida toda materia ocupa un espacio. Si sueltas y liberas nada queda vacío. Tu vida vuelve a llenarse. Sin embargo puedes estar en patrones de escasez pensando que no van a haber más caramelos y que aunque no seas feliz no vas a soltar.

Si buscas tu centro, perdonándote, perdonando, amándote, yendo a la raíz del asunto, haciéndote responsable, la crisis puede ser superada bien sea para reiniciarse la relación o para soltarla de la manera más madura y serena.

Todo lo bueno es posible si decides confiar en ti, potenciar tus fortalezas y creer que mereces ser amado(a) por ser tal y como eres.